



RESEÑAS
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La Pirámide del Museo del Louvre es una obra situada en el patio del Museo del Louvre, en París, que da acceso al edificio. Fue diseñada por el arquitecto Ieoh Ming Pei. De estilo internacional, esta pirámide de vidrio y aluminio fue inaugurada en el año 1989 por el entonces presidente francés, François Mitterrand.
Critica de la arquitectura
La pirámide del Louvre
Historia
Durante los ochenta, el presidente francés François Miterrand llevó a cabo un ambicioso plan para darle una nueva cara a París, y uno de los puntos pendientes era la propuesta para la renovación y ampliación del acceso al Museo del Louvre. Este proyecto le fue adjudicado al chino/estadounidense Ieoh Ming Pei. Nacido en 1917 en China, cursó su carrera de arquitectura en el renombrado Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y ha sido uno de los arquitectos de mayor importancia del siglo XX con obras de gran envergadura a su nombre.
Aunque quizás su obra más célebre sea precisamente la Pirámide del Louvre, ésta no contó con una aprobación popular al principio, de hecho, tuvo una férrea oposición por los parisinos, pero igual como llegó a pasar con la Torre Eiffel en su momento, la Pirámide del Louvre es hoy en día una obra celebrada a nivel mundial 22 años después de su inauguración en 1989, justo para coincidir con el bicentenario de la Revolución Francesa.
Tiene una altura de 20,1 m. y un total de 673 paneles de vidrio laminado transparente divididos en 603 rombos y 70 triángulos, aunque algunas fuentes señalan que existen 666 rombos debido a una intención de darle un sentido esotérico a la construcción. El peso total de la estructura es de 180 toneladas. La inclinación de sus paredes, al igual que ocurre con las pirámides egipcias, es de 51 grados.
Interior de la pirámide: vista del museo del Louvre en París desde el vestíbulo subterráneo.
Su centro de gravedad coincide con el de los tres pabellones del museo, Richelieu al norte, Denon al sur y Sully al este. Siendo esta la principal y más grande de las pirámides de cristal del museo, que incluye, a nivel subterráneo, otra pirámide pero invertida. Antes de construirse la pirámide, la entrada al Louvre tenía unas largas colas. Con su construcción, además de solucionarse el problema, se aumenta el espacio de exposición del museo.
Abierta al público desde 1989, esta construcción en vidrio y acero fue víctima de duras quejar por el contraste que la obra provocada con el resto del edificio una obra cien por cien clasicista. Aunque muchos aseguraban que se trataba de una obra faraónica innecesaria, lo cierto es que poco después sería un ejemplo de éxito. Aunque la obra de restauración (con pirámide incluida) fue criticada hasta la saciedad, cabe destacar que gracias a ella el Louvre cobró fama. Hasta ese momento, el que hoy es el principal museo del país pasaba sin pena ni gloria. Una vez que la pirámide quedó instalada (casi por arte de magia) el centro comenzó a recibir a miles de curiosos que querían ver no sólo el museo sino la polémica pirámide de cristal.
Desde su construcción, la pirámide ha estado sujeta a polémicas, debido al contraste de estilos entre la modernidad del vidrio y el clasicismo del museo, si bien ha servido de inspiración para las ampliaciones de muchos otros museos. Ha sido descrita por algunos detractores como parte del "complejo de faraón" de Mitterrand. Otros alaban la yuxtaposición del contraste entre estilos arquitectónicos como una exitosa combinación entre lo antiguo y lo nuevo, lo clásico y lo ultra moderno
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Cuestionamientos a
la obra.
Como dato curioso, tiene las mismas proporciones que la pirámide de Keops en Egipto, y no estuvo exenta de otro tipo de polémicas, éstas sustentadas por el hecho que un folleto oficial describía el número de paneles de vidrio en 666.
Esto generó un montón de teorías conspirativas, incluso aquellas que llegaban a afirmar que la pirámide era una ofrenda al demonio, y el escándalo continuó cuando esto fue publicado en varios periódicos. El hecho es que el número exacto de paneles de vidrio nadie sabe a ciencia cierta cuantos son, pero están entre 672 y 689
Edificio velldom
(proyecto académico)
El Edificio Velldom Es Una Nueva Tendencia De Arquitectura De Uso Mixto Que Quiere Brindar En El País De Colombia, Al Sector Del Barrio De Manga Cerca De La Sociedad Portuaria De Cartagena De Indias, Específicamente En La Calle 29, Que Busca Solucionar En Un Ámbito Más Extenso La Demanda De Espacios Residenciales Lujosos Que Se Encuentran Compactado Con Áreas De Esparcimiento, espacio público, Comercio Y oficinas de uso Ejecutivo Dando Así Una Competencia Al Mercado que se viene surgiendo en el sector A Gran Variedad.
La Gran Propuesta Arquitectónica Se Organiza Y Se Implanta En El Terreno En Base A Una Teoría Conceptual Basado En Un Sistema Hidráulico De Nuestros Indígenas Antepasados Del País De Colombia, El Cual El Día De Hoy Derivan El Nombre De Los Zunues En Donde Desafiaron Un Sistema De Riego Y Estrategias En Tiempos De Inundaciones Por Los Valles Del Río Sinú Y El San Jorge Y El Litoral Caribe En Los Alrededores Del Golfo De Morrosquillo, En Los Actuales Departamentos Colombianos De Córdoba Y Sucre. Tras Descubrir Esta Base Conceptual Me Ayuda A Resolver Grandes Criterios incordiante Que Envuelven Al Proyecto Velldom A Posibles Inundaciones En Cierto Tiempo Del Año, Ya Que Se Encuentra Cerca De Un Cuerpo De Agua (Ciénaga De Las Quita).
Para Esto Deseo Frenar Los Paradigmas Tradicionales De Infraestructura En Que El Agua Abarca Un Concepto Y La Edificación Otra, Si No Establecer Una Conexión Entre Las Mismas Para Potencializar Y Dar Al Proyecto Un Partido Más Al Campo Comercial, Adonde La Población Flotante Tenga Acceso A Participar En La Nueva Idea De Edificación Conectora Entre Agua Y Suelo, En El Cual El Proyecto Velldom Se Entregue Tanto A La Superficie Terrestre Como A Los Cuerpos De Aguas Cercanos.
La Aspiración Arquitectónica Pretende Desafiar La Contaminación De Los Cuerpos De Agua Cercanos, En El Cual Se Pretende Establecer La Reutilización De Estas Para Un Mejor Manejo De Tratamiento Que Evite La Destrucción De Los Ecosistemas Que Habitan Cerca Del Proyecto Y A La Vez Tener Un Recurso Natural En Donde La Edificación Tenga Como Empleo El Consumo Adecuado De Este Para No Recrear Más Impacto A Nivel Ambiental.
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El Edificio Velldom Consta De Un Parqueadero Subterráneo En Donde Abarca Ciento Ochenta Parqueos Para Automóviles (180), Treinta Parqueos Para Motos (30), Ciento Diecisiete Para Lakers (117) Y Su Ventilación Es Natural, El Cual Su Follaje De Arborización Brotan Hasta El Primer Piso Dando La Sensación Al Espectador Que El Proyecto Estuviera Sobre El Aire. La Vegetación Ascendiente Del Subterráneo que Llega Hasta El Primer Piso Encierra Las Visuales De Los Locales Comerciales En Un Paisaje Natural Con Espejos De Agua En Donde Se Recreara La Integración Con La Naturaleza.
También El Proyecto Constituye Una Plaza Para Puntos De Encuentro Y De Esparcimiento Para Los Diferentes Usos De La Edificación Que Se Entre Lazan Como Lo Es Las Zonas De Oficinas, Lobby Y Locales Comerciales en donde Tengan Una Comunicación Compacta A La Hora Brindar Los Servicios A La Sociedad. La Zona Social Desempeña Una Función Tanto Privada Como Pública Ya Que Esto Generaría Al Proyecto Ingresos De Sostenibilidad A Nivel De Ganancias Brindando A La Sociedad Del Sector Y De La Ciudad De Cartagena Una Buena Acogida De Los Visitantes Para Dar Una Buena Referencia Del Proyecto A Nivel Local, Nacional E Internacional Y Emprender A Nuevos Proyectos La Competitividad Que Se Está Generando.
A Nivel Residencial El Proyecto Velldom Ofrece 59 Apartamentos Lujosos Y Con Vistas Hacia La Popa, La Ciénaga De Las Quinta, La Sociedad Portuaria, Entre Otros. Los Apartamentos Constan De Tres Alcobas Cada Una Con Baño Y Vestier, Sala, Comedor, Estudio, Cocina, Área De Labores Y Cuarto De Servicios. El Área De La Zona Social De Los Apartamentos Se Organiza A Partir De Un Vacío En Donde Da La Impresión De Un Balcón Grandioso Que Ocasiona Un Espacio Abierto En Donde Las Brisas Costeras Del Mar Inciden Para una Magnifica Ventilación.
La crítica en la arquitectura como disciplina
La crítica arquitectónica como disciplina ha recibido poca atención a pesar de que existe una gran cantidad de material con el cual trabajar. Probablemente sea porque, como arquitectos al igual que como ciudadanos pobladores de arquitectura, no hemos comprendido la crítica como tal, como una disciplina. Para lograr una cabal comprensión de la crítica es necesario considerarla como un comportamiento, no como un enjuiciamiento, un juicio definitivo. Si se comprende a la arquitectura como una actividad e instrumento generador de un mejor trabajo futuro, escaparemos de los paradigmas y prejuicios que se tienen de la actividad, al pensar que todo estudio crítico presupone amenazas o quejas hacia las obras, o por el contrario, halagos pomposos. Contrario a lo que se piensa, la crítica es una actividad productiva que nos incumbe a todos la mayor parte del tiempo, y no es una exclusiva en el terreno de los conocedores. Su utilidad se centra en la gama de comentarios prometedores, tácticas, e intenciones que logre ofrecer, para el futuro venidero de la arquitectura. Si se diese una mejor atención a la crítica y a su enseñanza, el diseño relacionado con el medio ambiente y la educación de los diseñadores mejoraría considerablemente.
Actualmente los ejemplos más cercanos que existen respecto a la práctica de la crítica se encuentran en las escuelas de arquitectura, donde la crítica es el método principal de enseñanza. Otros los podemos encontrar en artículos de periódicos, revistas profesionales, e historias interpretativas de la arquitectura. En el caso de la academia, las observaciones que los maestros hacen a los alumnos significan la experiencia conocida como “crítica arquitectónica”, que en el futuro, cuando los alumnos se conviertan en profesionistas, tendrán que desempeñar por sí mismos. Esto es, al momento en que el diseñador se propone a sí mismo una solución de diseño. Procesos de crítica semejantes se dan en todos los campos, por ejemplo entre el diseñador y el jefe de oficina, cliente y arquitecto, arquitecto y contratista, entre el diseñador urbano y la Comisión de Diseño Urbano, entre los usuarios del edificio y el propio edificio, entre otros. Las perspectivas que se tienen de la actividad crítica y su resultado, en cada uno de los campos mencionados, son distintas entre ellas, y dependen del beneficio o alcance que ésta produzca.
Para algunos la crítica facilita la comprensión, esto es saber por qué los edificios son como son, quién es el responsable de su construcción, diseño, etc. Los historiadores, en su papel crítico, se han dirigido a esta audiencia. Desde la perspectiva de un arquitecto, es importante la crítica porque sugiere una retroalimentación, con esto logran saber cuánto éxito tuvieron las decisiones que tomaron, para así mejorar sus decisiones futuras. A menudo, la reacción que se tiene ante la crítica es defensiva, debido a que se le considera como un actividad de enjuiciamiento. La comprensión de la crítica como comportamiento genera distintas reacciones ante ella. Para ello es necesario conocer sus métodos e intenciones, los cuales se pueden considerar como tácticas o vehículos para transmitir un contenido significativo. Según Juan Pablo Bonta (1975) el método o proceso de la crítica comienza por medio de la interpretación precanónica, en la que se propusieron diversas interpretaciones, calificadas de tentativas y contradictorias. De lo precanónico, pasamos a lo canónico, lo cual es el resultado de muchas interpretaciones previas, producto de experiencias del edificio. Le sigue la interpretación oficial, la cual parece estar entre lo precanónico y lo canónico, sin embargo, es aceptada por la comunidad como lo canónico. En último término, la interpretación de una obra arquitectónica equivale a considerarla como miembro de una “clase”.
La función del crítico con respecto a la arquitectura es la de separar y hacer distinciones, para lo cual se vale de tendencias inherentes por igual limitadas por su propia concepción de la función crítica. Éstas tendencias las puede hacer notar por medio de adjetivos como “seguro”, “conservador”, “fresco”, entre otros. Sin embargo, no es fácil identificar estas tendencias, al hablar de ellas no podemos limitarnos a las preferencias que muestran tener los críticos, sino que tenemos que distinguir entre las preferencias y su visión hacia el mundo, esto es, modos fundamentales de considerar los eventos mundiales, los espíritus de las épocas, condiciones sociales, entre otros. Visión tal que se ve reflejada claramente en sus evaluaciones críticas. Una vez reconocida la tendencia o posición del crítico, aquellos que son el objeto de la crítica se libran de la preocupación por el juicio final, o de lo contrario comienzan a reaccionar ante ella. La crítica no es solamente una actividad que niega y que la reacción ante la crítica no tiene que ser únicamente defensiva. Las mismas tendencias se sustentan a la crítica positiva o neutral. Es así como mejor equiparamos a la crítica como un comportamiento.
Una metáfora que nos puede dar una ligera idea del papel que juegan los críticos es la que hizo R. P. Blackmur, “el crítico es una especie de cirujano mágico que opera sin cortar jamás un tejido vivo”. Entendemos al cirujano como un crítico experto en su campo el cual jamás hará una crítica con fundamentos errados, o de algo que resulte acertado en el proyecto; crítica con la cual el paciente, llámese arquitectura, mejorará con el paso del tiempo.
¿De qué se preocupa la crítica?
La crítica se preocupa generalmente de la evaluación, interpretación y descripción. Existen diversas taxonomías las cuales se ocupan de los intereses y preocupaciones más específicas. Estas taxonomías pueden ser interpretados como los métodos que siguen los críticos para realizar sus comentarios. Otro campo que abarca la crítica es la autocrítica, que toma lugar cuando el diseñador o el que toma las decisiones se critica a sí mismo. Con esto, podemos inferir que la autocrítica no necesariamente es un texto o comentario del resultado final, sino que es un constante cuestionamiento durante el proceso de diseño; una serie de preguntas y respuestas que el diseñador tiene consigo mismo al momento de tomar las decisiones, para así lograr un resultado prometedor y sobretodo crítico. El ejemplo de la academia, en específico el diálogo que sostienen maestro y alumno, puede ser el principio del desarrollo de un sujeto autocrítico. Ejercicio que el alumno aprende y desarrolla por sí solo en un su vida profesional.
“Los fines de la crítica deben ser comienzos”, Wayne Attoe afirma que el objetivo principal de la crítica es el comienzo de una mejor arquitectura; que los ejemplos venideros se sustenten en esa crítica anterior para mejorar sus cualidades. La utilidad de la crítica se cumple cuando ésta brinde un enfoque hacia el futuro con el fin de mejorarlo, con el fin de sembrar una enseñanza. Resulta indispensable entonces, entender a la crítica no como un medio para examinar o hacer distinción, sino como una respuesta con un propósito determinado, el de mejorar el futuro arquitectónico que nos depara.
5 Tipos de Arquitecto
1. El Artista
Se la pasa diseñando y dibujando, a lápiz, digitalmente o modelando maquetas. Tiene un sentido más desarrollado hacia el arte que se ve reflejado en su trabajo. Deja de lado la funcionalidad, tiende a la arquitectura insustancial, con su concepto de belleza justifica todo lo que hace, pues se enfoca en materializar su “visión”. Busca la fama y gusta de exhibirse ante la polémica, tras el reconocimiento público y ser publicado en revistas. Antes de construir se pregunta ¿Qué deberíamos construir?
2. El Pragmático
En lo general no se complica, se inclina siempre por los diseños simples. Es objetivo, en busca de construir a tiempo y dentro del presupuesto. Definitivamente no se lleva bien con el Artista. Este tipo de arquitecto, tiene amplios argumentos teóricos de sus obras, pero siempre realista. Es amante de BIM, busca optimizar los recursos y los sistemas de edificación. Se preocupa por la sostenibilidad y el cumplimiento de normativas. Sus proyectos responden a ¿Cuánto tiempo va a durar?Siempre pensando en el ciclo de vida de sus obras.
3.El Constructor
Con tendencias artesanas, gusta de hacer uso de sus propias manos para construir. No le importa ensuciarse las manos. Su mayor enfoque está en los detalles, en la producción y en los resultados finales. Se despreocupa de la apariencia estética o de la comodidad del proyecto y suelen tener un patrón en sus edificios que repite una y otra vez. Su primera necesidad es entender ¿Cómo puedo construir esto?
4. El Filósofo
Pasa la mayor parte del tiempo pensando en las ideas del proyecto y la funcionalidad. Es el tipo de arquitecto que se preocupa más del concepto que de su forma o ejecución final. Por lo regular, quiere iluminar al mundo con su conocimiento en el intento persistente de cambiar el comportamiento de usuarios. Suele tener publicaciones en revistas de prestigio. En su proceso de creación del proyecto siempre se cuestiona ¿Por qué tenemos que construir?
5. El Poeta
Se ubica siempre entre el filósofo y el Artista, el enfoque de su arte se dirige a estándares más altos. Es el tipo de arquitecto que suelen hablar de música congelada, feng shui, cómo materializar lo intangible, etc. Se pasa el tiempo pensando en teorías complejas para después aterrizarlas, cree que éstas serán la base de la nueva arquitectura. Suele aparecer en revistas alternativas. Su mayor cuestionamiento es responder a ¿Qué emociones podemos crear?

Crítica a la arquitectura contemporánea
La arquitectura, vista como una disciplina social y humanista, ha sido desde el irrumpimiento de la modernidad víctima de un lento pero seguro desprendimiento de sus dimensiones espirituales y filosóficas. En su lugar, se ha dado paso a una actividad que obedece a los principios y razonamientos del mercado, regido éste por el capitalismo salvaje que caracteriza a nuestra época. Por lo anterior, esta gran disciplina ha terminado por ser disminuida a poco más que mercancía inmobiliaria, con un valor comercial y monetario fijo, pero sin fundamentos filosóficos convincentes que apoyen su existencia ni, por tanto, la labor creativa de los arquitectos. Esto quiere decir que, si de manera más o menos general, antes del siglo XVIII la arquitectura era una actividad que tenía como fin último reflejar la conexión entre el hombre y su universo, la arquitectura hoy en día es tratada como objeto de diseño (arquitectura de autor), lo cual es equivalente a decir que es poco más que una moda. Es una demostración arrogante de los logros técnicos en materia de construcción, y poco más que forma vacua.
En la primera década del siglo XXI la crisis espiritual, filosófica y social anunciada desde el siglo XIX por Nietzsche (“Dios ha muerto”), identificada también por Husserl (“La crisis de las ciencias europeas”, de 1936) y por Heidegger, se encuentra lejos de superarse. Esta crisis fue descrita por Octavio Paz de la siguiente manera: “El hombre moderno se sirve de la técnica como su antepasado de las fórmulas mágicas, sin que ésta, por lo demás, le abra puerta alguna. Al contrario, le cierra toda posibilidad de contacto con la naturaleza y con sus semejantes” [El arco y la lira (México: Fondo de Cultura Económica, 2003].
Dado que la arquitectura no se escapa de esta condición de crisis, ésta se refleja asimismo en la —en su mayoría— inocua producción arquitectónica vanguardista contemporánea dominada por los “starchitects” (arquitectos megafamosos como Frank Gehry, Saha Hadid o Rem Koolhaas) desde hace un par de décadas, los cuales junto con las nuevas generaciones de arquitectos aspirantes a la fama compiten por la forma arquitectónica más aventurada, más novedosa, más “trasgresora”. El cinismo, la autocomplacencia y el llamado a la deconstrucción paulatina de todos los valores culturales y comunitarios previos parecieran ser sus metas.
A propósito de la producción arquitectónica contemporánea, me voy a permitir utilizar un afamado escrito de Heidegger, “La pregunta por la técnica” [versión en línea], publicada en 1954, para poder analizar el estado de la arquitectura como disciplina técnica y artística y así poder develar, si los hubiera, puntos de concordancia e iluminación entre las ideas de Heidegger y sobre la producción arquitectónica contemporánea.

Técnica y tekné
La arquitectura, vista como una disciplina social y humanista, ha sido desde el irrumpimiento de la modernidad víctima de un lento pero seguro desprendimiento de sus dimensiones espirituales y filosóficas. En su lugar, se ha dado paso a una actividad que obedece a los principios y razonamientos del mercado, regido éste por el capitalismo salvaje que caracteriza a nuestra época.

La técnica, sugiere Heidegger, es inescapable, ya sea que la neguemos o que la abracemos; sin embargo, lo peor que podemos hacer es considerarla neutra. De la misma forma, el quehacer arquitectónico es ubicuo a nuestra sociedad. La arquitectura encuadra nuestra existencia, da forma e identidad a nuestras ciudades, a nuestras existencias y percepciones sensoriales, y a pesar de ello, nos mostramos —en la mayoría de los casos— indiferentes a su influencia, indiferentes a sus posibilidades como actividad reveladora de conceptos ligados a nuestra existencia. En pocas palabras, mantenemos a la arquitectura en una postura más bien neutra, codificada, dependiente del mercado, de las leyes de la compra-venta, de las operaciones inmobiliarias de las que salen beneficiados políticos, empresas constructoras, y en las que los usuarios son los perdedores. Estos últimos son, por lo general, relegados a habitar fraccionamientos que les prometen protegerlos del violento mundo urbano producto de injusticias sociales, y los esconde tras los muros y casetas de guardias de seguridad. La otra cara de la moneda son aquellos complejos habitacionales donde reina la economía de espacio, los materiales baratos, y donde es patente la falta de espacios comunitarios.
Nuestras ciudades son manchas urbanas desarrolladas con poca planeación, poco o nulo respeto a la naturaleza, y para colmo, nula consideración de las necesidades espirituales y sociales que podría ofrecernos la arquitectura. De la misma manera, y regresando a su texto, cuando Heidegger nos habla de la tecnología, y aquí hay que considerar que la tecnología es también la base instrumental para la ejecución de toda obra arquitectónica, el filósofo nos demuestra que la tecnología solía tener un papel de revelación de una verdad. Lo que Heidegger, en un acto de arqueología lingüística o hermenéutica del lenguaje denomina “tekné”, término del griego antiguo, padre lingüístico de nuestra palabra tecnología, la cual era para los griegos un término emparentado con la “poiesis”, el acto poético, el cual permite “la eclosión del traer-ahí-delante”, es el vehículo mediante el cual se nos permite la revelación artística y poética del mundo, el “pro-ducir”. Así pues, para Heidegger, la tecnología y el acto de revelación de la verdad están íntimamente ligados.
Ahora bien, un concepto clave para el entendimiento del texto de Heidegger sobre la tecnología es la relación que ésta establece con la naturaleza, una relación por demás superflua, de desdén por parte de la tecnología hacia el entorno natural. De esta manera, Heidegger describe la sumisión de la naturaleza a manos de la tecnología, hasta el punto en que la agricultura, por dar un ejemplo, se convierte en la “industria mecanizada para producir alimentos”, a diferencia del campesino que establece una relación de respeto con su tierra, la cual lo vincula al mundo, sus estaciones y establece el ritmo de su existencia. Este concepto es el que Heidegger llama “Bestand” en su natal alemán, el concebir a la naturaleza como una reserva de recursos listos para ser explotados. De manera analógica, yo me atrevería a sugerir que la arquitectura se ha convertido en un instrumento tecnológico listo para ser implementado. La arquitectura se ha convertido en una herramienta tecnológica lista a ser desplegada. Por ejemplo, en un abrir y cerrar de ojos se es capaz de construir barrios enteros de casas de interés social, idénticas, estáticas, defectuosas de antemano, y que en la gran mayoría de los casos carecen de la mínima inversión en espacios comunes o parques. Por otro lado, la arquitectura al servicio del Estado es igual de deficiente. Se gastan enormes cantidades de dinero en concebir edificios monumentales carentes de significado para el pueblo, las únicas razones por las cuales la gente les conoce; sin embargo, son por las grandes fallas, retrasos en sus procesos de construcciones, y por convertirse en símbolos de la insatisfacción que una gran parte de la población siente hacia el Estado. Ejemplos recientes: el nuevo edificio del Senado y el Faro de Luz [en la Ciudad de México].
La esencia de la tecnología, dice Heidegger, no es nada tecnológico. En otra palabras, lo que se hace con las herramientas no es en esencia tecnología, la tecnología tiene que ver con el aspecto ontológico del objeto, el cual tiene la capacidad de revelarnos algo. En este sentido, me gustaría hacer hincapié en la manera en que la arquitectura, vista como una disciplina tecnológica, tiene la capacidad ulterior de revelarnos algo. En específico, y aquí tomo prestado otro concepto visto desde la luz heideggeriana: el concepto de “habitar”. La preocupación de Heidegger en cuanto a considerar a la arquitectura mero objeto artístico, lo llevó a desarrollar la idea de “habitar” desde su punto de vista ontológico. Para él, “habitar” tenía una dimensión de encontrarse en armonía con el mundo; en otras palabras, “habitar” el mundo es una actividad liberadora, cultivadora, nutritiva espiritualmente. Ideas que consideraba perdidas a mediados del siglo XX [véase otro texto básico del pensamiento heideggeriano: “Construir, habitar, pensar”].
Sería ingenuo de mi parte pensar que en este mundo —dominado a través de intricadas relaciones económicas y sociales—, problemas como la sobrepoblación, la pobreza, la degradación del ambiente, no desempeñan un papel decisivo en la ecuación. En este sentido, por ejemplo, demandar que todos los desarrollos de casas de interés social cuenten con abundantes parques y espacios comunitarios, donde la gente establezca lazos con sus vecinos y donde los jóvenes particularmente desarrollen habilidades sociales, de empatía y de vínculo con una comunidad, sería anunciado por muchos como una demanda desmesurada, dado que los altos costos de semejantes lujos no lo permitirían. Solicitar que las ciudades en México sean planeadas con los intereses populares por arriba de los intereses de la especulación inmobiliaria sea tal vez tachado también de ingenuo. Sin embargo, al parecer no todos tienen la misma actitud de sumisión que la mayoría. Existen arquitectos que realizan el esfuerzo de mostrar las posibilidades de la arquitectura como arma y herramienta tecnológica reveladora de soluciones. Habría que ver, por ejemplo, la labor de arquitectos como Alejandro Aravena, arquitecto chileno que ha puesto gran énfasis en el desarrollo de conjuntos habitacionales de interés social con una dimensión más humanista. El ejemplo de Hassan Fathy, notable arquitecto egipcio, viene también a la mente. En Egipto, Fathy dedicó gran parte de su carrera a rescatar técnicas tradicionales de construcción y a diseñar vivienda de bajo costo para la población marginada. Como Fathy y Aravena hay muchos, y habría que demandar que todos nuestros arquitectos tuvieran una conciencia social, ética, y humanista más desarrollada.
Las últimas palabras de Heidegger en el ensayo sobre la tecnología pudieran interpretarse como un llamado a la acción. Dice el filósofo: “Cuanto más nos acerquemos al peligro, con mayor claridad empezarán a lucir los caminos que llevan a lo que salva, más intenso será nuestro preguntar. Porque el preguntar es la piedad del pensar”. En este sentido, habría que comenzar a preguntarnos por qué no nos merecemos ciudades más democráticas, con un desarrollo urbano mejor planeado, o barrios en donde tengamos derecho a salir a caminar o a jugar con nuestros hijos tranquilamente, y donde la arquitectura fuera capaz de revelarnos que la existencia humana encierra posibilidades, dimensiones y carismas que ya hemos olvidado.